charla
A Louise Hay
Por primera vez desde hacía mucho, me levanté de la cama con alegría y alisé la sábana con cariño agradeciéndole a aquel ser inanimado haber soportado mi cuerpo durante mi descanso. Ese fue el primer efecto directo que la meditación matinal de Louise Hay tuvo en mí la primera vez que la oí. Cada día fui descubriendo más cosas y cada idea pronunciada, con un amor que no había sentido de una persona desconocida, fue coloreando mi visión de cada nuevo día. Algunas personas comentaron con desaprobación el uso de la palabra milagro para describir aquello que cotidianamente nos sucede y rodea, al igual que el agradecimiento directo a los objetos o comodidades que acompañan nuestra vida. Cuando leí esos mensajes deseé de corazón que les llegue el momento para comprender esta oda al agradecimiento.
Detrás de cada herramienta que nos facilita una tarea, de cada objeto que nos suple una necesidad, de cada estímulo externo que entra por nuestros sentidos, hay una energía humana o divina que lo hace posible. Elegimos la manera en que nos relacionamos con nuestro exterior, con desinterés o con curiosidad, con brusquedad o con cariño, con normalidad o con sorpresa, con ingratitud o con gratitud, con rencor o con amor.
Yo era una de las personas que miraba con prevención las expresiones cariñosas que acompañan una marca o un producto, las consideraba melosas y guiadas por una especie de tendencia o moda del amor que encontraba postiza, artificial. Lo mismo sucedía con el tema de la autoayuda, el cual, con total ignorancia y desinterés, sentía era asunto de débiles y habladores, una distracción para el desarrollo intelectual...
Mis noticias
Recibe información en tu correo electrónico y contáctame directamente